Los desafíos que impone la sociedad actual a una mujer son enormes. De ellos no estamos exceptas las mujeres con discapacidad, ya que la educación, el trabajo, la familia, las relaciones sociales, la sexualidad, etc., son temas que también se cruzan en nuestras vidas, solo nosotras que debemos agregar un elemento más: nuestra propia discapacidad.
Sin embargo, algunos olvidan que las mujeres con discapacidad también somos mujeres y niegan en cierto modo nuestras capacidades para desarrollarnos a la par de las mujeres sin discapacidad.
Es como si de alguna manera se nos relegara unos peldaños más abajo en los avances conseguidos por las mujeres en el último siglo. Quizás en parte sea porque la inclusión de las personas con discapacidad es una preocupación reciente (la Convención de la ONU se destaca por ser la primera del siglo XXI), pero también porque se deja en un sector aparte los temas tendientes a las personas con discapacidad, casi como sinónimo de un género distinto.
Las mujeres con discapacidad también tenemos derechos a vivir nuestra vida de forma plena, en familia, conformando una nueva familia, estudiando, trabajando, divirtiéndonos, básicamente siendo nosotras mismas y avanzando día a día.
Nuestra única salvedad es que todo esto lo hacemos conviviendo con una o más deficiencias, las que nos hace tomar medida para adaptar ciertas circunstancias a nuestras necesidades puntuales.
Por todo esto, hoy en el Día Internacional de la Mujer, debemos hacer latente que las mujeres con discapacidad también formamos parte de esta sociedad y tenemos los mismos derechos y deberes que el resto, que no estamos menos capacitadas para tener una vida y que por sobre todo deseamos desarrollarnos de forma plena y feliz.
